Vale la pena

Soy la tercera de ocho hermanos y tengo grabado en la cabeza un momento muy especial de cada día en mi niñez: la salida del colegio. Mi madre nos iba a buscar, a las 4 mayores, y nos pedíamos turno – gritando, emocionadas- para hablar. Era el momento en que le contábamos todo lo que había pasado en nuestro día y claro, siendo cuatro, había que buscar el hueco para poder contar algo! Nos salía a borbotones.

Algo parecido me pasa ahora cuando vengo de un viaje y llego a la oficina. Esa sensación de tener ganas de contar, a quien se me cruza por el pasillo y, claro, a las compañeras/os del Área. Contar lo vivido, la situación del país, de la gente para la que trabajamos y lo que están haciendo nuestros socios en terreno. Creo que nos pasa a todas/os en el equipo.

Lo malo es que pasa el tiempo y, con el día a día y la intensidad del trabajo, no veo el momento de ponerme…. Pero esta mañana mi tocaya, Belén Álvaro, me lo ha recordado. Desde Burundi, Belén nos ha enviado unas fotos y un mensaje que nos hacía volver hacia lo que de verdad vale la pena. Ser conscientes de para para qué, de para quienes trabajamos, llena de sentido lo que hacemos y nos da alegría, ánimo y empuje a todo el equipo, es una verdadera suerte.

Este año me ha tocado viajar varias veces. La última, en septiembre, ha sido a Buenaventura, Colombia. La situación de esa zona, en la que estamos trabajando de la mano del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS)  con el apoyo de la UE, es muy complicada. Tras la firma de los acuerdos de paz con la principal guerrilla de Colombia, el conflicto que se vivió durante mucho tiempo en el país, quedó en el olvido. Pero ese conflicto sigue presente en muchos lugares, en los que hay violencia y grupos armados que luchan por dominar territorio para actividades ilícitas, principalmente para el narcotráfico.

La gente tiene se ve obligada a desplazarse desde las zonas rurales, muchas veces todas las familias de una comunidad se marchan en bloque cuando se sienten tan amenazadas que no les queda otra opción. Y llegan a la zona urbana de Buenaventura y se instalan en un polideportivo o en una antigua escuela o en alguna edificación que les proporciona la alcaldía. Es a esas personas a las que está acompañando el JRS. Les proporcionan alimentación, elementos de higiene, atención psicológica y en salud y velan por que los niños y las niñas puedan seguir con su educación en entornos seguros. Las familias llevan en esas condiciones más de un año y todavía no pueden volver a sus comunidades porque sigue siendo peligroso. JRS les acompaña en todo ese proceso, para que puedan vivir el presente más dignamente y también trabaja y les asesora jurídicamente para que sus derechos sean respetados.

Vine impactada al ver la situación y el trabajo que hace nuestra organización hermana, como nos llamaba Juan, el director del JRS Colombia. En la foto de arriba tenéis a todo el equipo del JRS en Buenaventura, personas comprometidas que realizan una gran labor.

Vale la pena compartir porque vale la pena lo que entre todos/as hacemos

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