No hay amor por el mundo sin decepción con el mundo

Me tomo la licencia de modificar una cita de Camus “no hay amor por la vida sin decepción por la vida” porque, aunque empiezo por el final, esto puede ser el resumen de esta visita a JRS Sudán del Sur, un alimento para mi batería que es seguir trabajando, pero un alimento que también es difícil y duro de digerir, como es la situación de Sudán del Sur.

Desde diciembre de 2020 que dejé de vivir en Tanzania, no pisaba África Subsahariana, volvía a África del este, pero esta vez era Sudán del Sur. No sé si esto es algo compartido, pero llegar a estas tierras tiene algo mágico, los cielos en el amanecer y el atardecer hipnotizan por su belleza, es un color intenso diferente al nuestro europeo, su gente, su comida y su forma de comerla, su cosmología en general… esto mueve tu estado de ánimo como una montaña rusa y te dan sensaciones de alegría, miedo a lo desconocido, te sientes observado, vulnerable por que las cosas se mueven de forma diferente y tienes que reaprender… y para mí, tengo que reconocer que volver a tierra subsahariana ha sido un vuelco al corazón.

Sudán del Sur es conocido por ser el país más joven del mundo, independizado de Sudán en 2011, también pensar en Sudán del Sur muchas veces es pensar en inseguridad, pobreza, conflictos armados… incluso el policía de migraciones cuando me preguntó a donde iba su respuesta fue: “un lugar un poco chungo, ¿eh?”, pero como ya sabemos en este sector, definir a un país con dos conceptos sería injusto.

Me encontré en un país que inconscientemente conecto con algunas realidades que conozco, Líbano y Tanzania. Por un lado, su comida, con cosas muy de África del Este como el chapati, mandazi, ugali, maharage (alubias)… pero con otras combinaciones de verduras, lentejas rojas, ugali de mijo… y por otro lado con Líbano por el idioma, el árabe juba, una variación del árabe que está bastante extendido, por lo que no puedo dejar de reconocer alguna palabra de mi escaso árabe y, por otro lado, del suajili que ahora me brota de algún lugar desconocido del cerebro que ni sabía que tenía.

El trabajo de JRS que visité se centra por un lado en Renk (Upper Nile County), frontera noreste con Sudán, lugar de llegada de las personas que huyen de Jartum principalmente, personas que vivían en una capital, muchas de ellas formadas, profesionales, con hijos e hijas en la universidad y de un día para otro se ven obligadas a salir del país. El contexto es semidesértico y aunque atravesado por el Nilo, no hay agua corriente, ni electricidad y lo que tendría que ser una zona de paso se ha convertido en un campo permanente ya que muchas personas tienen la esperanza de volver y no se quieren alejar demasiado de Sudán. Otras son trasladadas a través del Nilo a Malakal y de ahí en aviones al suroeste, Western Equatorial County, exactamente al otro extremo del país. Muchas personas recién llegadas vienen con apuntaciones por la guerra, muchas son mujeres con sus niños y niñas que se han quedado viudas, sus maridos han sido encarcelados, están desaparecidos o han tomado el riesgo de quedarse a proteger sus propiedades. Las necesidades son infinitas y JRS está apoyando con alimentación, bienes de primera necesidad para establecerse como sacos de dormir, mantas, sábanas… kits de higiene e higiene menstrual, además de apoyo psicosocial para lidiar con los traumas de la guerra y fisioterapia para personas con amputaciones, dolores crónicos y movilidad de los más pequeños que sufren parálisis cerebral o no acaban de desarrollarse debido a la malnutrición.

Por otro lado, visité Western Equatorial, al suroeste del país, una zona completamente diferente, todo es verde, con bosques tropicales y parece el paraíso, pero a diferencia de Renk, esta zona es insegura por los diferentes conflictos armados entre tribus, oposiciones políticas y migraciones de poblaciones nómadas armadas que destruyen cultivos con sus rebaños. Esto supone que no se pueda aprovechar la riqueza de la tierra y se tiene miedo de alejarse de los núcleos urbanos por miedo a violaciones, reclutaciones o ser asesinado. Es una zona con diferentes conflictos que está en frontera con República Democrática del Congo y República Centroafricana, es por ello que el número de refugiados, retornados y desplazados internos por las guerrillas se cuentan por miles y deja una madeja de crisis interconectada difícil de explicar. Frente a esto JRS está trabajando en la educación de mujeres que muchas veces por la situación de pobreza se dedican a la prostitución, se convierten en madres solteras y se ven expuestas a mucha vulnerabilidad, también están trabajando en la escolarización de niños y niñas soldados que han sufrido infinidad de brutalidades como violaciones, presenciar el asesinato de sus padres, explotación laboral y son obligados a cometer diferentes tipos de delitos. Además, JRS trabaja con la población más vulnerable, ya sean población de acogida, retornados, refugiados o desplazados internos ofreciendo educación, formación al profesorado, mejora de infraestructuras locales, apoyo psicosocial, distribución de efectivo y todo tipo de bienes de primera necesidad.

Y así como empezaba, no hay amor por el mundo sin decepción con el mundo, y aunque escuchar tantas injusticias duele y desespera, por otro lado, la energía con la que JRS trabaja a pesar de todos los desafíos, de vivir en inseguridad, a veces sin agua ni electricidad, pero con mucha esperanza, haciendo equipo, riendo, compartiendo, reuniéndose después del trabajo y, del mismo modo, la población a la que acompañamos qué, a pesar del sufrimiento impresiona la fuerza y las ganas que le echan a la vida y salir adelante y la cantidad de sueños por un futuro mejor; por lo que son estos sueños la mejor energía para avivar la esperanza y motivación a seguir trabajando.

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