Este sábado, en la sede central de Entreculturas en Madrid, hemos celebrado el encuentro de regreso del grupo que ha participado en Experiencia Sur con su tiempo en terreno durante este verano.
Totonicapán en Guatemala, Asunción en Paraguay y Lima en Perú, y sobre todo sus gentes, sus ángeles, han sido esos lugares de acogida, hospitalidad, comunidad, dignidad, verdad, humanidad… Sus paisajes han sido motivo de contemplación y de conexión profunda con la tierra, de dónde brota el deseo profundo de cuidar esta casa común. Y este encuentro del sábado 18 de octubre, un tiempo para pasar por el corazón, por los sentidos, por la memoria,… la experiencia vivida. Un tiempo de escucha profunda, de compartir sencillo y honesto, de reconocernos como grupo en este camino de Experiencia Sur.
Imágenes, sonidos, sabores, olores… plástico quemado, volcanes, maizales, risas, himnos… Un tiempo para traer rostros y nombres (Rosemarie, Yocelyn,…) que se convierten en estrellas para alumbrar este nuevo tiempo tras la experiencia. Identificar dificultades, emociones, llamadas, compromisos… frustraciones, alegrías, sorpresas, agradecimiento, cariño, desarraigo, empatía…
Ha sido un tiempo de conectar, de manera única, con personas con historias muy diferentes a las propias: historias de lucha, de resiliencia,… Gente amable, sensible, profesional, dulce,… Compañeras y compañeros admirables. Peques que van al cole tras una noche de trabajo… Un tiempo de otros ritmos, de conversaciones inolvidables, de ver la vida y la realidad desde otra perspectiva. Ha sido un tiempo de aulas, de visitas a domicilios, de entrevistas en estaciones de autobús a quienes recién llegan buscando salvar la vida. De valorar lo mucho que se hace con lo poco que se tiene. Tiempo de observar, de estar… de observar, de estar… ¿eficaz?… Tiempo de conectarse con esa parte de una misma, de uno mismo, que a veces queda tan lejos.
Y ahora, ¿qué hago yo aquí? Quizá lo mismo, pero diferente; quizá con más pasión y más esperanza;… seguro con el corazón más grande para mirar, comprender, amar y comprometerse con la realidad. Contagiar, ser altavoces, reconocer el propio privilegio, hacer presente aquí la realidad de allá, comprometerse con pequeños actos en el día a día que van calando, que van sumando y haciendo marea, ahondar el proyecto de vida, el compromiso. Dejar crecer lo que allí se nos ha sembrado… Y es que «ahora los informes se leen de otra manera», y las noticias y los telediarios se ven diferentes, y comprar en el supermercado, y tomarse un café…
La propia vida se va transformando… que sea para ir transformando el mundo…
(A finales de noviembre lanzamos la siguiente edición. ¡Anímate!)
(Texto elaborado con las palabras de quienes participaron en la experiencia. ¡Gracias!)
