A finales de pasado mes de agosto, un grupo de 7 personas representantes de la RSJ de Extremadura y Comunidad Valenciana, viajamos a Perú con un propósito común: tejer redes y fortalecer la participación juvenil en el marco de la red Generación 21+ .
El grupo estaba formado por 2 profesores, 4 jóvenes y yo misma como técnica y juntas nos embarcamos en un viaje lleno de emoción, intercambio y aprendizajes.
El viaje estuvo marcado por los desplazamientos dentro del país, en el que pudimos conocer diferentes contextos, zonas y culturas.
Empezamos nuestra experiencia en Lima en la que aunque coincidió con el fin de semana, pudimos visitar dos Fe y Alegría de la ciudad y participar en las formaciones que los jóvenes estaban recibiendo, donde trabajaban el autoconocimiento y el amor propio. El resto del tiempo en la ciudad aprovechamos para visitarla y conocer la oficina nacional de Fe y Alegría y al equipo que la sostiene.

Tras nuestro paso por Lima, cogimos un vuelo interno para dirigirnos hacia el norte y tras el vuelo y unas cuantas horas en minivan, visitamos diferentes instituciones entre las que están la de Pucará y la de Jaén.
La visita en la institución de Pucará nos dejó sin palabras, aunque fue de camino a Jaén y apenas tuvimos unas horas con ellas y ellos, habian preparado una acogida en la que participaba el centro al completo y luego pudimos participar en una dinámica con un grupo de jóvenes que había sido seleccionado para este momento. Al acabar, el grupo de docentes nos invitó a comer algunas cosas típicas y acabamos bailando cumbia antes de seguir nuestro camino a Jaén.
En Jaén donde estuvimos dos días visitamos el centro de allí, conversamos con las y los jóvenes entrando en las clases de los últimos cursos y además tuvimos la oportunidad de ser entrevistadas por «radio Marañón» que es la radio regional de la zona noroeste.
Además visitamos también la excavación arqueológica de «Monte grande» en la que llevan trabajando 15 años y aunque no han llegado hasta el final, han hallado el origen del cacao más antiguo del mundo.

Nuestro viaje no se había acabado aquí si no que seguíamos hasta nuestra última etapa que era en la zona del Amazonas. Hasta ahora todo había salido estupendamente y nos sentíamos profundamente agradecidas por la experiencia y la acogida, pero sin duda, la experiencia en la misión Wachapea en Chiriaco, fue la parte más increíble del viaje.
Aquí estuvimos otros dos días y la diferencia del resto de lugares, a parte del contexto, que cambiar el asfalto por un verde increíble ya era muchísimo, fue la manera de estar. La misión, a parte de ser una institución educativa, era una residencia. Por lo que nuestro compartir con ellas fueron 48 horas completas, con sus desayunos, sus clases, sus comidas, sus tiempos libres y sus cenas. En Chiriaco, la institución convive en perfecta armonía con la naturaleza y la cultura Awajún, que era la de la inmensa mayoría de las estudiantes. Disfrutamos de momentos sencillos y bonitos con ellas como comer, conversar, participar en el taller de «pining» una manera de trabajar el barro propia de su cultura o un partido futbol donde empezó a llover a mares y nadie quiso parar el partido.


Sin duda Perú nos ha dado mucho. Hemos vuelto con una experiencia increíble en la mochila donde se ha hablado de participación, de identidad, de interculturalidad y de convivencia. Las jóvenes se han dado cuenta que a pesar de los kms que les separa, comparten inquietudes y eso les da fuerza para seguir apostando por alzar su voz y trabajar el protagonismo juvenil. Se han identificado con fuerza con la red Generación 21+ para trabajar en la construcción de un futuro más participativo, diverso y solidario.
